Lo veo y confirmo cada año que pasa. Creo que la mayoría de los que tenemos hijos podemos afirmarlo.
Pienso que las vacaciones permiten niveles de autonomía que potencian el crecimiento. Libertades, juegos, tiempos disponibles, aburrimiento constructivo. No tanto tener que responder a ritmos prefijados y demandas del mundo externo.
También el hecho de compartir más de cerca con los adultos. Ser más vistos y escuchados.Horarios relajados y menos exigentes.
Tener más tiempo para desplegar intereses propios, nutrirse de experiencias diferentes a las de las rutinas.
Claro que esto puede ser así porque también existen las estructuras, los espacios de formación y escolaridad que presentan un mundo más allá del familiar, al que es buenísimo cuando toca poder acceder y transitar con gracia.
Ver crecer a mis hijos siempre me colma de satisfacción y me alegra el alma.
Así nos vamos despidiendo de este abundante verano 2020 con tanto aprendizaje.
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