Es querer verse, viajar por uno mismo de verdad, desarmar personajes, romper imágenes, mirar los recovecos desconocidos, esas zonas que tantas veces nos dejan perdidos aún de nosotros mismos.

 

Es brindarse al encuentro humano que habilita la elaboración y cura. Crecer no es sin dolor. Todos tenemos heridas que sanar.

 

Es prestarse a la pura intimidad vincular, el mayor de los anhelos humanos, reflejarnos en una mirada ajena sincerándonos con la propia, dar y recibir.

​

Es darse cuenta de que las palabras no alcanzan pero tampoco sobran, que hay que integrar cuerpo y alma en las jugadas existenciales.

​

Es animarse a dudar y a creer, a cuestionarse y a dejarse llevar y a poder frenar también, enriquecedoras paradojas existenciales.

 

Es saber que no sabemos todo, que vinimos a aprender, a revisar, a intentar hacer diferente, a volver a pasar cuantas veces sea necesario mejorando las versiones.

 

Psicoaventurarse en reconstruirse una vez y otra vez y otra vez.