a ese lugar donde vislumbraba que se podía estar y a la vez veía que faltaba tanto.
No haber perdido el rumbo en el camino que conducía,
ni quedar frenada, tentada en estaciones intermedias.
Siempre siguiéndole la pista al deseo, eso que no tiene q ver con un alguien ni con un algo que lo satisface.
Eso que es un contrato de autenticidad con una misma que no se elige pero sucede
(no sin dolor ni sin dificultades)
y que no queda otra que asumir,
ese destino que paradójicamente es lo que te salva de que el destino te condene.
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