me repetía cual mantra mi abuela Ñata las noches en las que el agotamiento del día me dejaba un sabor angustioso, desde chica fui a mil... ese “mañana será otro día” con su tono de aceptación por lo sucedido,
como perdonando todo... me tranquilizaba, ese “mañana será otro día” indicaba que después de dormir lo que seguía era una promesa de pura vida nueva, todo por descubrir...
¡le re creí!
Será por eso que cuando ella murió sentí por mucho tiempo que despertarme al otro día no tenía sentido, el dolor de amanecer concientizando su ausencia me dolía tanto... me hice atea, no existía ese dios del que me habían hablado si era capaz de hacerme esto, convencida yo, extrañándola mucho, adolescente escéptica, chica rara, que leía y escribía
para salvarme a mí misma, después ya se sabe: “todo pasa y todo queda”, ¡y ella está en mí para siempre!
Y como tan bien explica Freud en El trabajo del duelo, la libido encuentra nuevos caminos para reconectarse a la vida, no hay pérdidas insuperables mientras la que gane sea la pulsión afirmativa, lucha de fuerzas, Eros y Tánatos, la vida en sí misma digna de ser vivida.
“Al infinito y más allá...”
celebración y gratitud por ser y estar presente,
con más o menos vueltas según los momentos y las coyunturas, el clima existencial influye mucho también. ¡Mañana será otro día!
De "Malabares Existenciales", 2017
El tapiz: Fundación Joan Miró. Barcelona 2018
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